Enfrentar la pandemia lejos de casa
Ante la crisis por COVID-19, UNICEF reforzó su apoyo a las familias migrantes con niños mediante la entrega de materiales didácticos, asistencia psicoemocional
Geisy Vizcaya todavía puede sentir el frío de la madrugada mientras hacía su valija para irse de Venezuela. Esa noche no estaba sola, su hija más grande la acompañaba mientras veía cómo su madre ponía los elementos esenciales para hacer un viaje que las separaría durante un tiempo indefinido. “Mamá, ¿y si haces un huequito y me llevas a mí?”, Geisy recuerda estas palabras y no puede contener las lágrimas. Con ilusión emprendió siete horas de vuelo que la llevarían a una nueva realidad. Apenas las ruedas del avión tocaron suelo uruguayo, Geisy solo pensó en una cosa: reencontrarse pronto con sus hijas y su marido.
A los dos días de llegar a Montevideo, Geisy logró sacar sus documentos y fue a probar suerte a una entrevista laboral. Inmediatamente la contrataron, pero no todo fue sencillo.
“Todavía me dan ataques de ansiedad, porque vivir dos años sola sin tus hijas, sin tu marido, y la presión de cuándo podrán venirse… Levantarse todos los días pensando en eso y acostarse todos los días pensando en eso no es sano, pero es algo que te mantiene motivada a seguir”, Geisy Vizcaya, migrante venezolana.
Geisy es una de los 50.000 migrantes que llegaron a Uruguay en los últimos cinco años, dejando atrás sus afectos y tantas cosas en su país de origen. Además de lo emocional, muchos migrantes enfrentan grandes desafíos, entre ellos conseguir documentación; insertarse laboral y socialmente, y acceder a una vivienda digna.
El pasado 28 de febrero finalmente se produjo el tan ansiado reencuentro entre Geisy y su familia. Tanto sacrificio y trabajo dio su fruto. “Cuando ví a mis hijas y a mi esposo por primera vez, ahí cruzando esa puerta (del aeropuerto) mi corazón volvió a latir. Cuando estás solo es como que tenés que neutralizar todo tipo de sentimientos para estar concentrado en lo que vienes a hacer, a trabajar y a luchar por la familia. La emoción y la sensación no fue normal, mis hijas estaban ahí, las vi más grandes, pasé dos años sin verlas”, explica.
Enseguida comenzaron a realizar los trámites para regularizar la ciudadanía de su esposo y sus hijas. Las niñas lograron entrar a una escuela cerca de su casa y su marido agendó cita para el lunes 16 de marzo para tramitar su documento. El 13 de marzo, su hija mayor cumplió 9 años, y celebraron de manera particular en su nuevo hogar. Sin embargo, todo viró hacia un lugar inesperado. Ese mismo viernes, se anunció el primer caso de COVID-19 en Uruguay.
“Mi esposo no pudo asistir a la cita para la solicitud de la cédula. Entonces ya por ahí se trancó y eso repercute en otros temas, principalmente laborales. (…) Con respecto a la escuela, las niñas ya no pueden asistir, están ansiosas porque ya quieren ir, ya quieren salir del apartamento, quieren ir a la escuela y seguir conociendo más la dinámica de trabajo y no lo pueden hacer”, afirma Geisy.
Al igual que a la familia de Geisy, la llegada del COVID-19 a Uruguay, afectó a muchas familias de inmigrantes. “En el marco de la emergencia sanitaria, se profundizaron las situaciones de vulnerabilidad de trabajadores informales y jornaleros, porque no pueden autogenerar sus ingresos. Muchos que estaban en los primeros tres meses de prueba en sus trabajos fueron desvinculados y a los que acababan de llegar y estaban buscando trabajo, les está siendo mucho más difícil reinsertarse. Los recientemente llegados no podían obtener su documentación o iniciar su proceso de regularización, por lo que la inserción en el mercado de trabajo se vio complejizada”, explicó Lucila Pizzarulli, coordinadora del equipo de Asistencia y Protección al Migrante de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“Muchos [migrantes] que estaban en los primeros tres meses de prueba en sus trabajos fueron desvinculados y a los que acababan de llegar y estaban buscando trabajo, les está siendo mucho más difícil reinsertarse", Lucila Pizzarulli, coordinadora del equipo de Asistencia y Protección al Migrante de la OIM.
En este contexto, UNICEF desarrolló junto con OIM un proyecto para asistir a las familias migrantes con niños, una población que se volvió aún más vulnerable ante esta situación. El trabajo comprende tres ejes: el primero es la incorporación de una psicóloga especialista en infancia y en adolescencia al equipo de Asistencia y Protección al Migrante de la OIM; el segundo brinda alojamiento y alimentación a las familias migrantes con niños a cargo, y el tercero consiste en la entrega de materiales didácticos y lúdicos para proteger a los niños, niñas y adolescentes. Este último responde a que el juego no tiene solamente un fin recreativo para los niños en este contexto, sino que además actúa como catalizador de emociones, alivia el estrés y permite que estos niños que han debido atravesar tantas dificultades puedan seguir aprendiendo.
“El juego no tiene solamente un fin recreativo para los niños en este contexto, sino que además actúa como catalizador de emociones, alivia el estrés y permite a estos niños que han debido atravesar tantas dificultades puedan seguir aprendiendo", Lucía Vernazza, oficial de Protección de UNICEF Uruguay.
Estas acciones van en línea con las prioridades trazadas a nivel global por UNICEF en respuesta a la pandemia por COVID-19, que se enfocan en proteger a los niños más vulnerables ante la transmisión del virus y las consecuencias de esta crisis.
A pesar de todos los desafíos que enfrentan, la familia de Geisy transmite una alegría contagiosa. Dentro de su hogar, buscan actividades para pasar el tiempo, realizan las tareas de la escuela, miran películas cómicas, cocinan y se entretienen con los materiales proporcionados por UNICEF. Es que hoy el encierro los enfrenta a una nueva realidad, pero esta vez, son cuatro para poder seguir adelante.