Fruticultura valdense: cambiar para continuar
Tito, fruticultor, se cuida y preserva la relación con sus vecinos adaptando el uso de plaguicidas. Una iniciativa para cambiar la forma de producir en Uruguay.
En la década de 1850, inmigrantes piamonteses fundaron en Uruguay la ciudad de Colonia Valdense, llamada así en referencia a esos primeros pobladores, que huyeron de la persecución que sufrían en el norte de Italia por ser miembros de la iglesia Valdense, protestante y en conflicto con el Vaticano.
Los primeros 11 italianos devinieron en miles de inmigrantes que llegaron al país huyendo tanto del acecho como del hambre. Dieron vida a la ciudad, situada a unos 120 kilómetros apenas al oeste de la capital del país. Los alrededores, gracias a su trabajo de la tierra, se convirtieron en una zona granjera y agropecuaria.
Unos 160 años después, dos de sus descendientes, Ruben "Tito" Malan y su hermana cultivan tierras que eran de su madre. Antes, producían verduras y hoy se dedican a la cultura de higueras, ciruelos y durazneros. El relato de este agricultor de 48 años transmite la pasión con la que desarrolla su profesión.
Cuando en 2016 un productor de la zona sufrió una denuncia por aplicación de plaguicidas, Malan y otros de sus colegas conformaron la Mesa de la Granja de Colonia Valdense, una instancia que reúne a los productores con distintas instituciones estatales, medioambientales, sociales, así como a representantes del centro comercial local y de una cooperativa de productores.
“Estamos siempre todos juntos en las distintas charlas, porque lo que se trata de hacer es minimizar el impacto del uso de agroquímicos, sobre todo para nosotros, que estamos acá, en el límite entre lo urbano y lo rural”, dice el fruticultor.
Malan, que vive él mismo en los predios que cultiva, explica que las dificultades de convivencia surgieron con el avance de las habitaciones en zonas que solían ser más que nada de producción agropecuaria.
Según él, el avance de la urbanización amenaza la posibilidad de que él y su familia puedan continuar produciendo en las tierras en las que trabajan desde siempre.
Las granjas son una herencia de los piemonteses que las fundaron casi dos siglos atrás, pero muchas de ellas fueron vendidas, explica su descendiente. Ahora están siendo divididas y construidas, aumentando la densidad habitacional del lugar.
“En el caso nuestro, estamos en zona rural y del otro lado del alambrado ya es zona urbana, entonces por eso aparece la necesidad de cuidar la deriva y evitar los problemas que trae. Pero lo primero es cuidarnos a nosotros mismos, porque si nos cuidamos a nosotros mismos, estamos cuidando a los vecinos”, advierte el valdense.
Para eso él y sus colegas de la zona solicitaron apoyo al Gobierno y así fue que recibieron capacitaciones y material para mejorar el uso que hacen de los plaguicidas.
La Mesa de la Granja se beneficia del proyecto Más Tecnologías, liderado por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria. Complementando esa iniciativa, interviene el equipo de consultores del proyecto de la FAO sobre plaguicidas, que aporta materiales y acerca expertos.
El proyecto de cooperación apoyó a Más Tecnologías organizando jornadas durante las cuales se dieron recomendaciones que permiten reducir la deriva al aplicar los productos y difundir estrategias para el manejo de plagas en frutales, minimizando el uso de agroquímicos y dando a conocer alternativas.
Gracias a las charlas y capacitaciones que reciben, los productores pasaron a utilizar equipos de protección más adecuados y adquirieron mejores técnicas que permiten obtener mejores resultados de manera más respetuosa para su salud, la de su entorno y el medioambiente.
Por ejemplo, luego de asistir a una charla que realizó una ingeniera agrónoma en el INIA, Malan pasó a utilizar trampas caseras -sin productos tóxicos y económicamente más accesibles- para luchar contra la mosca de la fruta, una de las principales plagas que afecta su producción.
El uso de esas trampas permite además monitorear la población de insectos y poder realizar aplicaciones cuando estas son realmente necesarias y evitar el uso preventivo de los productos.
El proyecto Más Tecnologías lo ayuda a “ser más eficiente y a usar la cantidad necesaria y mínima posible de agroquímicos”, dice Malan.
Para el descendiente de piamonteses, la importancia de la iniciativa está en “la convivencia entre la parte urbana y la rural, para que la gente de la ciudad sepa lo que hacemos, que no todo es veneno como muchos piensan y que sepa qué productos estamos usando para poder sobrevivir y producir una fruta de calidad, que es lo que todos esperan de nosotros”.
La mayoría de la producción de Malán va al Mercado Modelo, que centraliza el reparto de frutas y verduras en el país, y el resto alimenta una famosa marca de dulces de la industria agroalimentaria uruguaya.